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La Grúa

Artículo publicado en la revista «Plaza Nueva», junio de 2016.

Hay en los símbolos una necesidad de perpetuarse. No es que nosotros los inmortalicemos, al contrario, son ellos los que se adelantan a nuestro nacimiento y a nuestros recuerdos. Y cuando el objeto que ha forjado el símbolo desaparece, suele ocurrir que un tótem vaporoso baja como un fantasma en su lugar. Además, desde que apareció la fotografía el símbolo campa a sus anchas, es prácticamente inmortal. Incluso si la raza humana desapareciese -dios no lo quiera- podría esperar otra oportunidad encerrado en un cajón, en un álbum fotográfico o en un pendrive.

El caso es que hay objetos, cosas, construcciones, que no suelen pasar desapercibidas y que siempre salen bien en una fotografía. Tienen una presencia trascendente, por así decirlo. Y quizás la tengan ya -o se le adivine- antes de existir. Así ocurre con la vieja grúa del puerto de mi villa: ya no está, nadie puede verla, casi nadie la recuerda a no ser que salga en una conversación casual. Además, no ha sido fácil encontrar una fotografía que le haga justicia. Pero es un símbolo, sin duda, su silueta se recorta fuera de tiempo y es fácil imaginarla en días de niebla.

Hace unos años recuperé un cuaderno perteneciente a mi bisabuelo que fue jefe de estación en Ribadesella-Puerto durante las primeras décadas del siglo XX. Eran tiempos rudos, y el trabajo en el puerto consistía en descargar la mercancía del tren para cargarla en los buques, o en descargarla de éstos para cargarla en el tren. Multitud de obreros y marineros trajinaban por el muelle y los cargaderos.

El jefe de estación anotaba con tinta china y una letra envidiable todas las partidas.

Agujas de coser y hacer punto, alcanfor, armas de lujo, bálsamo, ballenas trabajadas, bacalao, bencina, cochinilla, coches desmontados, cocinas económicas, clavos, carburo, drogas, esencias comunes, estiércol, fideos, gasolina, huesecillos, incienso, manteca derretida, musgo, opio, orujo, papel fino de escritorio, prensas litográficas, piedra pómez, perdigones, petróleo, quincalla, queso, regaliz en extracto, ron, sidra,
terciopelos, utensilios de cocina, vidrio roto, vermouk, yeso, zanahoria, zinc en bruto
.

(Nunca escribe «pesetas» en el importe, sino «ptas», con un trazo tan elegante que convierte la horrible abreviatura en un vocablo digno)

Cientos de listados escritos con premura pero sin desorden, miles de transacciones realizadas a la sombra de una grúa que aún no existía pero cuya presencia era palpable. Se la necesitaba con urgencia. A mediados del siglo XX aparece, a principios de los 80 desaparece. Alguien decidió entonces que aquel monstruo de metal era una pesada carga para las arcas públicas, que incluso podría caerse encima de los niños que nos subíamos a ella. Hacía ya mucho tiempo que los obreros no se dejaban ver, ni los buques de carga, ni el tren. Estábamos en las últimas décadas del siglo XX y los barcos de pesca también se extinguían después de siglos de faena.

Comienzos de siglo XXI. No es seguro que nada vuelva, pero sí lo es que nunca se irá. La Grúa, su paseo, es un nombre propio y se identifica unívocamente con su referente. El Muelle no puede ser un Bulevar con título de princesa. Los nombres que los pueblos dan a sus espacios, los espacios a los que la historia social da significado, hace que nombre y lugares se aten a sí mismos. Y luego están los símbolos, que dan una imagen a
esa unión y nos comprometen a todos. A los que están por venir también.

@ramonmolleda
Foto del archivo de Jaime Martínez Pandiello

Comentarios (7)

  • Borja Bulnes peon

    Hola. Me gustaría saber en qué año se desmonto la grúa. Gracias

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  • Mar Pérez

    Me gustaría saber donde se encontraba, a qué altura del paseo. Un saludo

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  • Mar Pérez

    Si, así es, disculpa mi poca precisión en la pregunta.

    reply
  • Mar Pérez

    Gracias

    reply

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